En el ámbito del trabajo cuando se decide el futuro de trabajadores, sean cuales fueren, y atendiendo a leyes que nos hemos dado, se presume la participación de tres partes: la parte que representa a la empresa, la parte que representa a los trabajadores, es decir, los sindicatos y, por último, la propia parte que corresponde a los trabajadores sobre los que recaen las disposiciones. Los sindicatos tienen el deber de canalizar las reivindicaciones y las inquietudes de los trabajadores y, también, deben saber dar la respuesta adecuada, sobre todo, cuando pudieran producirse conflictos de intereses. Ahí está la dificultad. Ahí está su digno trabajo, el sindical.
Pero una cosa es afrontar las situaciones difíciles de espaldas a los trabajadores, y otra bien distinta, es asumir el trabajo sindical de verdad y proponerse llegar a todos. Primero, con información cierta y clara y, luego, utilizando todos los medios disponibles, incluso los más modernos, para saber qué quieren sus representados. Al final correspondería llegar a soluciones que no enturbien el futuro de nadie o de algunos a costa de otros. Lo deseable sería que ningún trabajador o ningún grupo se sientan perjudicados.
Pero ¿qué sucede cuando los dirigentes sindicales abandonan el trabajo difícil, el de verdad, y asumen motu propio el destino de sus afiliados y de sus simpatizantes, ambos votantes? Pues que se abre una brecha que hace que el trabajador se aleje de ellos, se desentienda, aún siendo parte.
Cuando se niega la palabra, el debate, la discusión, el foro, los trabajadores terminan creando plataformas multicolores que estallan y que suplantan a su manera la función de los sindicatos. Esto ha ocurrido recientemente, pero, atención, no ha sido la primera vez ni, seguro, será la última. Son los síntomas inesperados que dan la cara en la enfermedad sindical. Es el pus que florece en la infección, el que hace que salten todas las alarmas. El que avisa para que se busque el antibiótico.
¿Y qué sucede cuándo en vez de rectificar se minusvalora a estos grupos desorganizados que hacen sonar sus bocinas? ¿Qué sucede cuándo en vez de hablar, debatir, discutir, el líder sindical hace de modelo fotográfico y desfila con el patrón hasta por Cibeles? Que lo que fue brecha ahora es garganta, desfiladero, cañón insalvable que hace que el trabajador reniegue de ellos y de sus santas siglas. Que donde antes había desorganización ahora hay cierto orden. Que las plataformas asumen por cuenta propia lo que otros obviaron. ¡Viva la explosión de color!
¿Qué ocurre cuando se decide apagar las voz de otros sindicatos con representación, no nos olvidemos, de otros trabajadores? Se está silenciando a una parte de la tercera parte.
En la reordenación del sector público andaluz este es el desacertado papel jugado por los líderes de la UGT y de CC.OO. Líderes que deberían haber asumido ya su responsabilidad, que no es otra que la dimisión. El sillón de líder sindical hay que cederlo a otros con más capacidad para asumir el trabajo de verdad, el difícil. Especialmente, cuando se hacen públicos, en días próximos a la firma de un acuerdo, el llamativo dispendio de dotes suntuosas con cargo al presupuesto andaluz y otros tufos.
Pero ¿qué sucede cuando los dirigentes sindicales abandonan el trabajo difícil, el de verdad, y asumen motu propio el destino de sus afiliados y de sus simpatizantes, ambos votantes? Pues que se abre una brecha que hace que el trabajador se aleje de ellos, se desentienda, aún siendo parte.
Cuando se niega la palabra, el debate, la discusión, el foro, los trabajadores terminan creando plataformas multicolores que estallan y que suplantan a su manera la función de los sindicatos. Esto ha ocurrido recientemente, pero, atención, no ha sido la primera vez ni, seguro, será la última. Son los síntomas inesperados que dan la cara en la enfermedad sindical. Es el pus que florece en la infección, el que hace que salten todas las alarmas. El que avisa para que se busque el antibiótico.
¿Y qué sucede cuándo en vez de rectificar se minusvalora a estos grupos desorganizados que hacen sonar sus bocinas? ¿Qué sucede cuándo en vez de hablar, debatir, discutir, el líder sindical hace de modelo fotográfico y desfila con el patrón hasta por Cibeles? Que lo que fue brecha ahora es garganta, desfiladero, cañón insalvable que hace que el trabajador reniegue de ellos y de sus santas siglas. Que donde antes había desorganización ahora hay cierto orden. Que las plataformas asumen por cuenta propia lo que otros obviaron. ¡Viva la explosión de color!
¿Qué ocurre cuando se decide apagar las voz de otros sindicatos con representación, no nos olvidemos, de otros trabajadores? Se está silenciando a una parte de la tercera parte.
En la reordenación del sector público andaluz este es el desacertado papel jugado por los líderes de la UGT y de CC.OO. Líderes que deberían haber asumido ya su responsabilidad, que no es otra que la dimisión. El sillón de líder sindical hay que cederlo a otros con más capacidad para asumir el trabajo de verdad, el difícil. Especialmente, cuando se hacen públicos, en días próximos a la firma de un acuerdo, el llamativo dispendio de dotes suntuosas con cargo al presupuesto andaluz y otros tufos.
Es cierto que la explosión multicolor surge porque otros sindicatos tampoco supieron ver la inédita reacción de los empleados públicos andaluces. Pero también, es verdad que, luego todos, con la excepción de los que ya sabemos, han reaccionado con la responsabilidad que la mayoría espera. Cada uno con sus propios criterios, matices y diferencias.
Volviendo a las partes que deben contar cuando en el ámbito del trabajo se decide el futuro de unos pocos de miles de trabajadores: son tres. No una, ni dos. Por ley, son tres, sí, aunque finalmente en una mesa se sienten dos. Así debe ser si no queremos que suceda como en la Fábula de los tres hermanos, cuando además, cada parte va a su libre albedrío.
Fábula de Los Tres Hermanos
Silvio Rodriguez
De tres hermanos el más grande se fue
Por la vereda a descubrir y a fundar
Y para nunca equivocarse o errar
Iba despierto y bien atento a cuanto iba a pisar
De tanto en esta posición caminar
Ya nunca el cuello se le enderezó
Y anduvo esclavo ya de la precaución
Y se hizo viejo, queriendo ir lejos, con su corta visión
Ojo que no mira más allá no ayuda el pie
óyeme esto y dime, dime lo que piensas tú
De tres hermanos el de en medio se fue
Por la vereda a descubrir y a fundar
Y para nunca equivocarse o errar
Iba despierto y bien atento al horizonte igual
Pero este chico listo no podía ver
La piedra, el hoyo que vencía a su pie
Y revolcado siempre se la pasó
Y se hizo viejo, queriendo ir lejos, a donde no llegó
Ojo que no mira más acá tampoco fue
óyeme esto y dime, dime lo que piensas tú
De tres hermanos el pequeño partió
Por la vereda a descubrir y a fundar
Y para nunca equivocarse o errar
Una pupila llevaba arriba y la otra en el andar
Y caminó, vereda adentro, el que más
Ojo en camino y ojo en lo por venir
Y cuando vino el tiempo de resumir
Ya su mirada estaba extraviada entre el estar y el ir
Ojo puesto en todo ya ni sabe lo que ve
óyeme esto y dime, dime lo que piensas tú
Silvio Rodriguez
De tres hermanos el más grande se fue
Por la vereda a descubrir y a fundar
Y para nunca equivocarse o errar
Iba despierto y bien atento a cuanto iba a pisar
De tanto en esta posición caminar
Ya nunca el cuello se le enderezó
Y anduvo esclavo ya de la precaución
Y se hizo viejo, queriendo ir lejos, con su corta visión
Ojo que no mira más allá no ayuda el pie
óyeme esto y dime, dime lo que piensas tú
De tres hermanos el de en medio se fue
Por la vereda a descubrir y a fundar
Y para nunca equivocarse o errar
Iba despierto y bien atento al horizonte igual
Pero este chico listo no podía ver
La piedra, el hoyo que vencía a su pie
Y revolcado siempre se la pasó
Y se hizo viejo, queriendo ir lejos, a donde no llegó
Ojo que no mira más acá tampoco fue
óyeme esto y dime, dime lo que piensas tú
De tres hermanos el pequeño partió
Por la vereda a descubrir y a fundar
Y para nunca equivocarse o errar
Una pupila llevaba arriba y la otra en el andar
Y caminó, vereda adentro, el que más
Ojo en camino y ojo en lo por venir
Y cuando vino el tiempo de resumir
Ya su mirada estaba extraviada entre el estar y el ir
Ojo puesto en todo ya ni sabe lo que ve
óyeme esto y dime, dime lo que piensas tú