Democracia Formal

El pasado 17/05/10 en el buzón del blog de la Asociación En Defensa del Empleo Público recibieron un escrito de una funcionaria haciendo una defensa argumentada del empleado púbico. Ahora lo publicamos en "Tengo Decretitis" porque consideramos puede interesar a la ciudadanía andaluza, en general.

Por In Defensa

Soy una funcionaria que siempre defendió la expresión “empleada pública”, incapaz de entender el follón de personal que tienen las administraciones. Oposité después de ejercer como trabajadora social más de 10 años entre empresas privadas, corporaciones de derecho público, entes promotores y asociaciones. Soy ya cuarentona y sólo hace 5 que trabajo como funcionaria.

Oposité por cansancio. El cansancio que produce empezar de nuevo cada vez, en proyectos con fecha de fin y sin continuidad. El cansancio que produce no saber si el siguiente empleo será peor, más temporal, peor pagado, si alcanzará para disfrutar vacaciones o si me las liquidarán. El cansancio que produce haber estudiado tanto (dos titulaciones universitarias terminadas y dos iniciadas) para trabajar sin ninguna continuidad, casi sin repercusión en la realidad social.


Me preparé las oposiciones como la superviviente de una derrota, dispuesta a ser una funcionaria gris, que consume el tiempo como los hombres grises de Momo. Pensaba, también yo, que lxs funcionarixs nacían con un gen vago, que sólo les encantaba desayunar y entregarse a las compras compulsivas en horario laboral. Me equivoqué, por lo menos en parte. Caí en un departamento en el que se trabajaba mucho y hasta con gusto. A pesar de que el régimen disciplinario no hay modo de aplicarlo ni aún cuando el jefe lo intenta: en personal no quieren. Tal vez empiecen por mi...

Un buen grupo de las compañeras, quienes ocupaban las jefaturas de servicio de delegación y de servicios centrales y hasta la delegada trabajábamos con interés y con vocación de ciudadanía aunque, es verdad, la realidad social quedaba muy lejos, allí, al otro lado del entramado administrativo. Trabajamos para acortar esa distancia. Pensaba que ser funcionaria era un entierro profesional y me encontré con lo contrario. Por primera vez podía trabajar con continuidad, con objetivos a medio plazo, sin precariedad en una profesión que me encanta, en la que tengo mucha experiencia y para la que estoy bien preparada.

Esto sólo puede pasar cuando quien encabeza una delegación no sólo gobierna con fines partidistas sino que ADMINISTRA. Se equivoque o no, no olvida que trabaja por el interés común. Desgraciadamente, quien tiene ésta tendencia y se obstina en ella permanece poco en el poder. “La casta” necesita gente que venga a hacer “política”, política mal entendida. De esa “política” que humilla la palabra original (o tal vez no tanto porque es verdad que los esclavos no eran ciudadanos y porque después de esto, seremos muchas más las personas con ciudadanía de 2ª)

Esto sólo puede ocurrir cuando cada quien asume, por lo menos, una parte de su responsabilidad. La de organizar equipos, la de conocer la realidad, la de relacionarse con las asociaciones, la de proponer mejoras, las que sean que le tocan.

Cuando la administración se aleja durante años de los intereses y las realidades de la ciudadanía en dirección al beneficio de sus dirigentes y con el consentimiento de sus obrer@s desemboca en este monstruo inmanejable.

Cuando la ciudadanía no ejerce sus derechos los pierde.

Esto es el resultado de una sociedad que opta por el tener individual muy por encima del tener común. Tal vez porque piensa que los bienes comunes no se pueden reducir. Tal vez porque piensa que los bienes comunes son para la gente pobre y nadie quiere serlo. En la época de la opulencia hemos dejado de exigir el bien común. Si la lista de espera para la operación de hemorroides era demasiado larga o, simplemente, nos ofrecía más “garantía”, nos íbamos a “la privada”, en lugar de exigir servicios públicos de calidad, que pagábamos con nuestros impuestos.

La sanidad pública se ha ido deteriorando por el interés exclusivo de nuestros dirigentes en el beneficio propio y mercenario del capital (las farmacéuticas), por la apropiación indebida de guantes de latex destinados a mil usos domésticos a manos de empleadxs públic@s, funcionarios o no. Y, sobre todo, por la no exigencia de la ciudadanía de servicios públicos de calidad. Pronto será historia el mejor servicio sanitario del mundo, que lo fue siendo PÚBLICO.

La ejecución de todo esto habrá sido cosa de “la casta” política, simples mequetrefes al servicio de otros intereses económicos que, como marcan las leyes del mercado mundializado, continúa ahora con la disminución de los estados sociales; a quienes les pone la notoriedad, sentirse importantes, creerse poderosos.

En este proceso sólo los servicios públicos pueden actuar de colchón contra la pobreza. Y en lugar de crear unos servicios públicos con vocación de ciudadanía, estos “gobernantes” ponen de saldo las ruinas de la administración (y su patrimonio) para estar un pasito más cerca de quienes son realmente poderosos pero invisibles. Es la recompensa por apadrinar bancos.

Claro, que de todo esto yo no puedo saber nada. Soy una inculta que no sabe interpretar las posibles consecuencias de un decreto inmoral, una hija de campesinos que después fueron obrero y “ama de casa” (o sea: todo), que abandonaron los horizontes limpios para que ellos, mis hermanos y yo pudiésemos sobrevivir, que me eximieron del trabajo con la única condición de que estudiase, que se alegraron más que yo cuando tuve “trabajo para toda la vida”, una hija de la educación pública con dos titulaciones universitarias, una funcionaria 35 horas semanales, una ciudadana las 24 del día. Una hija de la democracia que dejará por herencia un mundo peor que el que heredó. Una funcionaria cualquiera.

Eso es lo que ha pasado: que por no usar nuestro derecho de exigir servicios públicos de calidad los hemos perdido, que por no usar el derecho a participar lo hemos perdido, que por no usar nuestra obligación de proteger el interés común lo hemos perdido, que por no usar la libertad de expresión la hemos perdido, que por no.... A la vez, hemos permitido que los gobernantes no cumplan con sus obligaciones, abusen de sus derechos y de toda la ciudadanía. Por no valorar lo que teníamos no lo hemos usado ni cultivado. Eso significa “democracia formal” y ese es nuestro régimen político. CUANDO NO SE USAN, LOS DERECHOS SE PIERDEN. Cuando los usamos se ensanchan.